O autor de Ollos de auga, Domingo Villar (Vigo, 1971) vive en Madrid, onde traballou como guionista de cinema e de televisión. É crítico gastronómico nunha emisora de radio e colaborador habitual en diversos medios de comunicación escritos. Ollos de auga, que transcorre na cidade de Vigo, onde o autor pasou a súa infancia e mocidade, é a súa primeira novela. El mesmo se encargou da versión en castelán, publicada por Ediciones Siruela, e proximamente sairá en italiano a cargo de Feltrinelli Editore.
“Ollos de auga” sitúa o seu autor na liña de escritores que, coma Andrea Camilleri e Henning Mankell, renovan o xénero negro desde Europa cunha obra na que o interese da narración se ve acrecentado por unha visión crítica da sociedade. Na obra de Domingo Villar conviven certa melancolía coa ledicia da música e o viño branco. Unha historia de misterio zarrapicada de ironía, unha intriga retranqueira, unha novela negra en cores.
ALGUNHAS OPINIÓNS DE LECTORES:
O libro encantoume xa que ten un punto cómico pero de intriga, como cando resolve o caso do asasinato dun saxofonista.
O autor de Asesinos sin rostro, Henning Mankel, naceu en Estocolmo, Suecia, en 1948, e na actualidade divide o seu tempo entre Suecia e Mozambique, onde dirixe o teatro nacional Avenida de Maputo. É autor de numerosas obras de ficción e un dos dramaturgos máis populares do seu país. Non obstante, o que o converteu nun escritor de fama mundial é a serie de novelas policiacas protagonizadas polo inspector Kurt Wallander, traducidas a tinta e siete idiomas, aclamadas polo público e adaptadas ao cine e a televisión. Tusquets Editores publicou a serie completa, composta por nove títulos, á que lle seguiron, con gran éxito de público, O retorno do profesor de baile e Antes de que xee. Ademais, Tusquets Editores publicou O cerebro de Kennedy e Profundidades, as súas novelas máis recentes. En 2007, Mankell recibió el II Premio Pepe Carvalho.
ASESINOS SIN ROSTRO: Kurt Wallander atravesa un dos momentos máis sombríos da súa vida persoal (as súas relacións familiares son un desastre, está gañando peso, bebe moito e dorme pouco) cando debe poñerse aol fronte da investigación ol asasinato dun apracible matrimonio de anciáns nunha granxa de Lenarp. O marido foi horriblemente torturado e a muller morre estrangulada pouco a pouco, co tempo xusto de pronunciar antes de morrer a palabra «estranxeiro». Kurt Wallander e os seus colegas deberán enfrontarse non só a un asasino moi especial, que ten o sangue frío de alimentar aos cabalos da corte despois do crime, senón a unha comunidade irascíbel, presa de insospeitados prexuízos raciais. Wallander sabe de sobra que a pacífica aparencia dalgunhas persoas oculta as veces un auténtico monstro, de modo que non se fai ilusións acerca da sociedade na que vive...
ALGUNHAS OPINIÓNS DE LECTORES:
… Mankell toma como excusa unos asesinatos para ir descubriendo la cara oculta de la sociedad sueca. Leyendo sus novelas nos damos cuenta de que los suecos no son tan perfectos, que es una sociedad con los mismos temores que el resto del mundo y que también en ellos se puede dar la xenofobia. La sociedad sueca siempre ha sido el ejemplo de la sociedad perfecta, de la sociedad del bienestar. En "Asesinos sin rostro" esta sociedad se tambalea, ya no es la sociedad perfecta. Ésto es lo que más me gusta de las novelas de Mankell, no son simples novelas policíacas para pasar el rato, si no que en cada una de ellas extraes cosas nuevas y conoces un poco más a la sociedad sueca que, también, refleja al resto de la sociedad occidental. Es una perfecta crítica a la ola xenófoba que invade Europa.
Mankell es un escritor con un gran talento. Sus novelas tienen mucho ritmo y son de las que te atrapan desde el principio. Tanto ésta como las otras que tengo del detective Wallnder así como otra donde pone el dedo en la llaga de los niños soldados, "Comedia Infantil", son de las más prestadas en
1 comentario:
Se trata de dos novelas policiacas que, como casi siempre en el género, presentan el mismo problema: la resolución del crimen no se debe a motivo racional alguno, sino al deseo del autor de que se deba a lo que a él le viene en gana. Está claro que no tiene sentido que un lector aspire a resolver por vía racional un crimen presentado en una novela, pero tampoco está claro que esa resolución deba ser siempre un as sacado de la manga por el autor, y que deje en el que lee la impresión de que tanto podría ser un as como una pica.
Estas dos novelas fracasan un poco por ese lado: las dos presentan una resolución del crimen que no convence nada al lector porque tiene la sensación, simple y llanamente, de que tanto podría ser esa como otra completamente diferente.
Dicho esto, no queda más remedio que centrarse en lo que realmente puede salvar a estas novelas, que es precisamente todo aquello que las aleja de un encasillamiento en un subgénero narrativo y las acerca a la literatura sin adjetivos.
Por este otro lado la novela de Mankell es, sin duda, mucho más interesante que la de Villar, aunque la verdad es que, al final, las aspiraciones de Mankell de darle profundidad a la historia tropiezan con las restricciones que el hecho de estar escribiendo una novela de género le impone, con lo que toda la novela es un quiero y no puedo que deja un sabor de boca poco claro. En este sentido, la novela de Villar tiene su mayor virtud en su propia sencillez, que le evita al lector tener que creerse que está leyendo algo más que una novela policiaca para al final tener claro que es eso precisamente lo único que ha estado leyendo.
Las dos novelas se apoyan, para darse a sí mismas algo de densidad, en dos elementos: uno es de tipo social y el otro personal. El social es, desde luego, el que más llama la atención en la novela de Mankell: Asesinos sin rostro aborda de forma directa los problemas planteados en la década de los ochenta del siglo pasado por la inmigración en Suecia y la insatisfacción con la gestión de los mismos por parte de las autoridades. No hay, obviamente, un análisis en profundidad, pero al menos abre una vía de interés dentro de la novela que permite olvidarse un poco de la insatisfacción que supone la parte policiaca. De todas formas, no deja también de ser un elemento que acentúa la frustración producida por esta, porque a su vez tampoco termina por resultar convincente.
En la novela de Villar, narrada con sencillez espartana, el elemento social que aflora por debajo del crimen es la homosexualidad; sin embargo, lo hace de una forma tan tímida, que apenas se puede decir más de ello que lo que supone la cita que acabo de hacer del mismo.
Por último, en relación al elemento personal las dos novelas llaman la atención por las similitudes que presentan en el perfil del detective que lleva los casos: problemas con su pareja, con el padre, soledad… Es de destacar que esta atención al protagonista está bien resuelta, y el lector se siente cómodo teniendo algo en lo que poder encontrar cierta densidad.
En definitiva, dos novelas entretenidas; policiacamente hablando, frustrantes; y una de ellas, la de Mankell, relativamente interesante por la amplitud de miras que presenta, aunque el resultado en este aspecto sea también insatisfactorio.
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